Lengua Frankenstein
Batir el miedo hasta el cansancio
es el acierto de las cigarras.
Aun así, a un beso por segundo,
llega la boca que me salva
de una estocada en los ojos,
y del dolor saltando
por los charcos de la memoria
y del sabor a sangre en esta lengua
recién cosida por todas partes.
¡Ay mi lengua Frankenstein
cómo sabe que el día alcanza el fin
antes de asomarse al veinticuatro!
El canto de las cigarras
es ficticio. Aun así, ha muerto.
El fastidio es el nuevo formato:
doce horas limpiando mi espejo.
Allí piden auxilio otros pájaros
que se expresan con un instante
parecido al pío-pío de los polluelos
del backstage
de mi infancia.
Él me besa.
Saltando de cicatriz en cicatriz
mi lengua inmóvil lo dice todo.
Farah Hallal